Celos



¿Quién te dijo que tenías cara de muñeca?
No fue mi paranoia ni mis celos desbordantes
Tal vez una especie de retorcida consciencia
Mis solipsismos macabros alejándome de vos
Mientras me seguía quejando largamente
Temeroso de que volaras en lontananza
Allá donde los pretenciosos podían tocarte.

¿Y fui yo otro de esos tantos desgraciados?
Es que también yo te había tocado
Tus labios, tu alma, tu sexo, tu calma…
También se valía tocarte con morbo
Con tal de que lograra amarte en mi cama
Amarte fueron los únicos actos reales
Sudarnos la piel como en un descubrimiento
Galopándonos ansiosamente con los labios
Y al final una delgada línea de desolación
Tan frágil que por instantes dejaste de ser mía.

La regla fue obligarnos a correspondernos
A ser felices entre los dualismos y polaridades
Pero a veces te distraías y mirabas de soslayo
y como por pura inercia nos abandonamos
entonces publicaste poemas ajenos a los míos
los marcaste con vehemencia en tus lunares
los dejaste recorrer todas tus cicatrices
y yo muriéndome por dentro por cada verso
los que no fueran míos y que te penetraban.

Volví entre pasos delirantes y obsesivos
Y amarré una larga cadena a tu cuello
Mis dientes aún los remarcaron como dagas
Y no por vampíricas y ridículas fantasías                   
Sino  por mi mera vanidad de seducirte
Atrapado por todas lo las cosas que fueras
Cualquier  rasgo que un hombre inventara
Y no necesariamente alguien enamorado
Sino cualquier imbécil deseando estarlo

Me inventé una forma de curar tu ausencia
Imaginaba formas de colmar tu paciencia
Y ya con cierta inconsciencia logré hartarte
Llevándote a pedestales que ni yo reconocía
Estatuas tuyas erigidas en los desvelos
Tan maquiavélica mi forma de adorarte
Un simple hombre excitado por tu vulva
Y un perro  escribiendo barbaridades.



Lukas Guti
23 de septiembre de 2011




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