El arista en Manizales
El artista en Manizales.
No soy erudito en las áreas artísticas que decidí seguir por mi cuenta,
sobretodo en la literatura, a la cual le
debo el molde bien o mal plasmado que hice de mí hace ya catorce años, pese a
los baches que interrumpieran mi proceso
en todo este tiempo.
Por humilde que fuera mi trabajo, después de
muchísimos malos poemas, de cuentos sin editar que divagaban entre tiempos más
confusos que el Macondo de Grabriel García Márquez y de tres
libros que me tomó más de seis años culminar, nada me ha merecido la suficiente
credulidad o virtuosismo para generar mi propio respeto hacia ello o el de la
gente. Quizá soy lo bastante malo o sólo porque la sociedad no me lo reconoce. Es que hasta vivimos en una mera propaganda de
lo que hacemos, bien o mal vendida.
Mucho menos logró ser una decisión a la ligera, que apreciada desde
la peligrosa y voluble adolescencia tomé a lo largo de diez años con obstinados y endebles argumentos respecto a la academia dada mi humilde
formación, el recurso más respetable al
que los temerosos de ganarse un sueldo mínimo acuden para salir de los
miserables límites impuestos. El escalafón que te saca un poco de la turba, para
percibir con dificultad que pese a todo sigues en el mismo mundo.
Yo nací y crecí en esta ciudad pequeña. Donde el teatro, la
literatura y la música de cámara prosperan como una cultura latente entre las
personas cultas sólo porque se acomoda
fácilmente a las instituciones que apoyan esta clase de eventos. Estructuras construidas por un mero
compromiso, más que por un verdadero apoyo cultural. Si bien, a la hora de recrear eventos
literarios, teatrales o de cámara se acude a una mínima base de recursos para
hacerlo posible, dado que las propias instalaciones están diseñadas para
ofrecer tales presentaciones, esta clase de eventos sólo han perdurado por
estos artistas indiscutidos que luchan con su manera de ver el mundo por un
poco de libertad de expresión.
El virtuosismo y la genialidad deben cultivarse o se
degenera junto con los vicios de la sociedad. No basta con paredes erigidas o
edificios para aparentar compromiso. Y
eso es Manizales.
Personalmente, he
perdido la fe en los eventos literarios donde uno asistía por mera
presentación, pensaba que era algo más honesto. El show propio para figurar entre la gente
culta, no como espectador sino como creador. Es detestable eso que ahora
llamamos cultura. Al final del día sólo quedan los egos, los lazos
supuestamente amistosos y la lucha por conseguir mayores posturas o
escalafones. Todo en son de auto
preservación o supervivencia. La sinceridad un eco inaudible de la bulla del
día que casi nos dejó sordos.
Como músico a medias que soy, comprendí que es mucho peor
intentar promover un proyecto, en una ciudad que no está dispuesta a promover eventos que generen otro tipo de gastos con
respecto al sonido local, excepto si son presentaciones extranjeras. Claro, hay
que dejar la ciudad bien parada en cuanto a eventos de mayor peso se refiere, pero para los
locales esto es inalcanzable. No puedes ser artista si eres pobre. O sino
pregunten a Miguel Ángel.
Es sencillo, si no te
basta con la gente que conoces o con el dinero que tú mismo generas, la calidad
de esta presentación independiente sería de dudosa conclusión. Y se preguntan por qué los músicos dejan la
ciudad. ¿Y los que no pueden irse? Los pocos que se quedan es por recursos
propios, pero nunca por un real apoyo institucional; Esto sin despotricar a las
entidades independientes que se
esfuerzan por darle a su comunidad un espacio cultural, pero de poca calidad.
El arista necesita calidad para desarrollarse como
instrumento. El artista necesita no sólo espacios preconcebidos de los cuales
el gobierno se libera de su responsabilidad, sino apoyo real. Ser artista en Manizales, desmotiva.
Lukas Guti.
15 de junio de 2014.
Comentarios
Publicar un comentario