El cuento de un hombre.



Caminé largas horas a través de caminos olvidados,
oscurecidos por las luces apagadas y empotradas,
sobre postes levantados como tumbas en la noche.
De pronto antiguas épocas se dibujaron a cada paso,
sobre todo por el olor a mierda de las vacas;
Algunas yacieron muertas, amarradas a las cercas,
y a los palos que separaban las calles del ensueño.

Sucedieron varios años hasta llegar a esta senda,
descubrí, pues, pese a importantes cambios
Que en esencia todo era igual, hasta yo.
Entonces caminé más, observando el cielo negro,
y caminé más, hasta temer encontrarme a otro,
quizá otra persona que también cruzara en mi época,
quizá otro meditabundo y perdido como yo.

Cuando regresé, descubrí un hombre desolado,
Enclavado sobre un escritorio inundado de luz.
Su rostro cubierto por sus aladares,
su espalda encorvada por días en vela,
y un montón de hojas humedecidas y manchadas,
acaso por sus lágrimas.

Este hombre me fue indiferente al cabo,
desapareció bajo el estruendo de la perenne lluvia,
mientras yo dormía cubriéndome con almohadas.
¿Quién era? Algún desgraciado... ¿Era un sombra?
Allá lo vi caminar indiferente cobijado por niebla,
Zafio aquel y habitante de cuentos sin contar.

Yo seguía en aquel cuarto tenuemente iluminado.
A lo lejos  cantaba una voz tersa;
No fuera un ángel pero me acompañó siempre
Y yo conocía todas sus canciones,
Pues las cantaba solo cuando nadie más lo oía.

¡Abrí mis ojos frente a una pantalla llena de líneas!
Mis manos iluminadas por la tenue luz azul,
Las líneas dibujaron al son de la música un vacío,
Y este hombre, su rostro cubierto por sus aladares,
su espalda encorvada por días en vela,
y un montón de hojas humedecidas y manchadas,
acaso por sus lágrimas,
abandonado a merced del mundo.






Lukas Guti.
24/04/2017.







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