Sobre un músico de corazón
No soy músico de profesión. Quizá lo soy de corazón, si es
que se puede fungir tal cosa con el
corazón. Sea esto lo más importante a la hora de crear, pues si con el alma y
el corazón no se crean pequeñas maravillas y milagros no sé qué otra cosa lo
haría. Ni siquiera el virtuosismo tiene tanta responsabilidad en la creación.
El virtuosismo, creo yo, es la genialidad para interpretar aquella creación. Pero
de interpretar a crear existe una brecha indiscutible, siendo que he visto
músicos virtuosísimos en técnica que son incapaces de crear... y compositores
no tan virtuosos cuyas creaciones son complementadas por la interpretación de
terceros. Sin embargo, existen los músicos que agraciadamente poseen
originalidad, disciplina y genialidad. A
unos nos toca comenzar con lo que se nos ha dado, incluso lidiar contra la
pereza a la hora de perfeccionar o mejorar la composición propia.
Ahora bien, como "músico de corazón", quiero
describir cómo un particular ajeno a la academia y a las disciplinas puede
lograr componer algo, aunque fuera inevitable no sentirse abrumado por no
saber. Estoy de acuerdo, desde la
oscuridad de mi ignorancia, que estudiar no es la única solución para lograr
componer algo. Pues saber de acordes, escalas o armonía no sirve de nada si se
carece de imaginación... y la imaginación no sirve de nada si el alma no está
comprometida con el poder de creer en ello profundamente.
En mi experiencia con la guitarra, componer significa
sentarse horas a solas con uno mismo; sentarse sumido en pensamientos sin
concluir e imaginando historias, sin entender sobre armonía, modos o escalas, y
averiguar por mero sentimiento cómo una figura funciona con otra; Sin dilucidar
por qué las disonancias o las tensiones que ya por corazón u oído empatan como
eslabones pero que, no obstante, tocan el alma. Así se va escribiendo un cuento a través del
diapasón, como un camino laberíntico que va y viene de notas agudas y graves, y viceversa. Al
principio es un proceso lento de repetición mientras se memorizan estos
descubrimientos. A veces se llega a
encrucijadas que lo obligan a uno a tomar un rumbo diferente entre acordes o
arpegios... o ritmos, meses estancado ya
sea por ignorancia o por falta de inspiración. ¿Quién podría decirlo? De hecho,
sentarse a componer es similar a sentarse a escribir... La diferencia es que
uno no llena una página en blanco sino un espacio en la mente. Al menos en mi
caso, que no escribo las canciones en pentagramas sino que las memorizo.
A la hora de componer, tomar la guitarra en las manos y
sentarse con la idea de crear algo es como sentarse en medio de un mar infinito
y oscuro, alusivo a mi ignorancia. Y a partir de allí un hombre empequeñecido
por la inmensidad ilumina sus propias
creaciones cada vez que encuentra el sonido perfecto para cada eslabón. Así,
una vez finalizado el barco con el que navega solo por este mar siniestro (la
armonía), comienza lo que yo diría es el bordeado de tal armonía: La letra. Así
es, pienso que un compositor no debería afanarse por escribir letras de
canciones, sino más bien por construir ese barco de armonías que van a cargar
con las letras. Pues una vez construidas, las letras pueden navegar libremente
por otros mares...
Ya en este punto, para alguien tan indisciplinado como yo,
es cuando llegan estos músicos estudiosos y disciplinados que se montan contigo
en el barco... y surge la magia en toda esa oscuridad.
Lukas Guti.
27/11/2017.
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