Las Brujas
Una y otra vez dejé de seguir consejo,
en vez de eso seguí un corazón maltrecho;
De mala fortuna asumir alcohol cual trecho
y el corazón, entumecido y necio.
Sumergido en cama de tendido blanco
que untada por varios efímeros momentos,
perduró el perfume de las desilusiones,
y a mi lado un vacío congelando el lecho,
como la boca oscura de mi guitarra
que en vez de la carne, yaciera madera.
Al otro lado mi padre maldiciéndole a brujas,
envuelto en bocanadas de cigarrillo de menta
perdido en largos chorros de ron dizque viejo,
y en fantasmas que azotaban sus piernas.
Allá donde jóvenes moldábamos sueños,
mi sobriedad tentada por nimbos de marihuana
en lapsos de ajedrez, tinto, pipas y borrasca;
mi abstinencia rodeada por carcajadas
Y la ceniza del porro extinguido.
Ya la fogata encendida en sus corazones
acogió a casi todas sus decepciones,
Y cantamos todas nuestras canciones.
Yo en medio muriendo de frío
le grité al ron de mi padre,
y a la ausencia de mi madre.
A veces con mis gritos espantara a las brujas,
(Quizá también a las que le huyó mi abuelo)
pero a nada temí más en mis desvelos
que oír del silencio los recuerdos...
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