El Roquedal
Recuerdo con felicidad cuando al llegar la noche corría al
estudio de mi abuelo a refugiarme en sus libros. Casi siempre lo hacía en
silencio para no despertarlo a él, y a mi abuela en el cuarto contiguo.
En su silla reclinable reposaba una ruana blanca. Con mucho
cuidado yo la desdoblaba para usarla, mientras percibía el aroma del viejo. Era
pesada, pero me ayudó a mantener los huesos tibios en el transcurso de las noches
frías en ese sector montañoso.
Yo siempre observaba desde la ventana hacia las montañas, y
cuando la luna asomaba su rostro plateado entre las crestas de los árboles a lo
lejos, inflaba mi pecho de inspiración para continuar escribiendo mis
mamotretos.
También había un escritorio y una computadora de mesa de la
época. Este dispositivo ciertamente cambió mi vida en aquel entonces; Pasaba
horas escuchando listas interminables de canciones en Mp3, y escribiendo mis
largas ensoñaciones hasta que oía los gallos cantar.
Justo antes del amanecer, yo apagaba la computadora para que
mis abuelos no supieran que estuve allí toda la noche. Sin embargo, una vez me
pilló dejando el estudio y lo primero que preguntó fue: “¿Se acabó de
despertar, mijo?”. Sin dudarlo le respondí, “Sí, señor”. No obstante, no fue muy difícil luego para
ellos imaginar por qué me levantaba a medio día casi siempre.
Estos desvelos rara vez fueron interrumpidos por un tío al
que le tengo mucho cariño. Por ese entonces él deambulaba entre la Universidad
y la vida. A veces, en las noches, compartíamos frente a un televisor viejo de
17 pulgadas conversaciones y críticas sobre la programación que pudiéramos
encontrar a esas tardías horas. A veces una película que valía la pena
descubrir, a veces simplemente nos tomábamos el tiempo para despotricar cual Moure
y de Francisco el fiasco de consumo al que estábamos sujetos por ese
entonces.
En la actualidad pude replicar un poco ese espacio que me
hizo feliz por varios años. Pero en vez de estanterías llenas de libros lo
llené de instrumentos y otros dispositivos que me ayudaron en procesos
relacionados al audio y la producción y composición musical.
Ciertamente he tenido la fortuna de compartir este espacio
con personas que he amado y apreciado en este último período de mi vida. A
veces me asomo en las noches anhelando amores perdidos bajo el mismo cielo y el
olor a pasto y árboles que siempre han rodeado este lugar. Y si mi corazón no
se calma, corro de vuelta al estudio y acaricio mis guitarras en busca de
consuelo… y así recordar que en realidad soy feliz.
Lukas Guti. 1/29/2024.
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